Amor no es hacerse cargo de la vida del otro
Existe una confusión muy extendida entre el amor y la responsabilidad. Amar no significa vivir por el otro, ni resolverle aquello que le corresponde afrontar. Amar no implica renunciar a los propios límites ni asumir tareas que el otro puede —y debe— aprender a sostener por sí mismo. Cada persona llega a esta vida con unas capacidades, unos desafíos y un camino propio que recorrer. Ese camino incluye enfrentarse a miedos, inseguridades, incomodidades y aprendizajes. Cuando alguien, desde el entorno cercano, asume de manera constante esas responsabilidades ajenas, no siempre está ayudando: muchas veces está reforzando la dependencia. Delegar puede resultar muy cómodo . Es más fácil que otro haga, decida, gestione o enfrente lo que a mí me incomoda. Y cuando existe un lazo afectivo —familia, pareja, hijos— esa delegación se disfraza fácilmente de amor, de cuidado o de “no pasa nada, ya lo hago yo”. Pero ahí comienza una dinámica peligrosa: una persona deja de ejercitar su aut...