DESAFÍOS
En el post de hoy trato un tema recurrente que se suele dar en las consultas y se hace necesario mirarlo de frente.
La Vida en Solitario
Desafíos, independencia y la falta de empatía de quienes viven en pareja
En la sociedad actual, las dinámicas familiares y sociales suelen girar en torno a un modelo de vida en pareja. A menudo, se da por sentado que compartir la vida con alguien alivia las cargas del día a día, lo cual puede ser cierto en muchos casos. Sin embargo, esto no significa que quienes eligen (o se encuentran) viviendo en solitario lleven una existencia más fácil o menos valiosa. De hecho, la vida de una persona soltera está llena de retos únicos que suelen pasarse por alto, incluso por quienes podrían beneficiarse de mostrar mayor empatía.
Las personas que viven solas enfrentan todos los desafíos de la vida de manera individual. Esto incluye desde responsabilidades económicas y laborales hasta cuestiones emocionales. Aunque vivir solo puede fomentar una gran independencia y promover el crecimiento personal, la realidad es que también implica una constante toma de decisiones y el manejo de cargas que, cuando se comparten, son más llevaderas.
Por ejemplo, mientras en una pareja puede haber una división de tareas –uno se encarga de las finanzas, otro de la casa, o ambos alternan responsabilidades–, una persona sola debe lidiar con todo: pagar facturas, gestionar trámites burocráticos, mantener el hogar, y cuidar de cualquier responsabilidad adicional, como mascotas. Además, los problemas emocionales o laborales no tienen un espacio inmediato de desahogo, lo cual puede incrementar el estrés.
El contraste
Vidas compartidas y la idea de apoyo mutuo
Vivir en pareja tampoco es un camino exento de dificultades. Las relaciones requieren trabajo constante, compromiso, comunicación y, a menudo, concesiones. Pero lo que sí es indiscutible es que la posibilidad de contar con un apoyo emocional, físico y financiero puede aliviar muchas de las tensiones de la vida cotidiana.
Es común que quienes viven en pareja no siempre sean conscientes de este privilegio. Desde fuera, podría parecer que las cargas se reparten equitativamente (aunque no siempre es así), y que tener alguien con quien compartir los éxitos y fracasos de la vida hace que todo sea un poco más llevadero. Esto no quiere decir que una pareja sea una solución mágica, pero sí implica que existe una red de apoyo inmediata que muchas personas solteras no tienen.
La falta de empatía
Un problema frecuente
Un problema recurrente surge cuando las personas que han vivido gran parte de sus vidas en pareja pierden a su compañero o compañera, ya sea por separación, fallecimiento o cualquier otra razón. En esos momentos, es común que estas personas, desacostumbradas a la soledad, busquen llenar el vacío con la compañía de familiares, amigos o, en muchos casos, de sus propios hijos.
Esta situación puede generar una dinámica de dependencia emocional o práctica que pasa por alto las propias dificultades de la persona soltera. Por ejemplo, un hijo o hija que ha vivido siempre solo, gestionando su vida sin el apoyo de una pareja, puede encontrarse en una posición en la que se espera que asuma el rol de “sustituto” de la pareja ausente. Esto no solo resulta injusto, sino que refleja una falta de empatía hacia quienes han aprendido a enfrentarse solos a la vida y, a menudo, están lidiando con un cansancio acumulado por años de responsabilidades individuales.
La Invisibilización del Esfuerzo Individual
Lo que muchas veces se olvida es que las personas solteras desarrollan una fortaleza y resiliencia únicas precisamente porque no tienen con quién compartir las cargas del día a día. Sin embargo, esta misma fortaleza suele ser malinterpretada como una especie de invulnerabilidad. Es como si se asumiera que, porque alguien ha sido capaz de gestionar su vida en solitario, también debe estar siempre disponible para los demás.
Este malentendido puede generar una carga emocional extra para quienes viven solos, especialmente cuando se les exige apoyo sin reconocer sus propios límites. En el caso de los hijos solteros, por ejemplo, el cuidado de padres mayores o la resolución de problemas familiares recae desproporcionadamente en ellos, bajo el supuesto de que tienen “menos preocupaciones” por no tener una pareja o familia propia.
La Importancia de la empatía y el reconocimiento mutuo
Es crucial fomentar una mayor empatía y comprensión entre quienes viven en pareja y quienes eligen, o se ven en la circunstancia de, vivir solos. Esto implica reconocer que ambas experiencias tienen sus propios retos y que ninguna es inherentemente superior a la otra.
Quienes viven en pareja podrían reflexionar sobre los privilegios de compartir la vida con alguien y evitar asumir que la soledad es sinónimo de disponibilidad o comodidad. Al mismo tiempo, es importante que las personas solteras sean conscientes de su valor y pongan límites claros cuando se les exija más de lo que pueden dar.
Hacia un enfoque más justo y humano
La vida de las personas solteras no es mejor ni peor que la de quienes viven en pareja; simplemente es diferente. Ambas formas de vida tienen sus pros y contras, y requieren empatía para entender las necesidades y desafíos de los demás.
Es hora de reconocer que la autonomía y el crecimiento personal de quienes viven solos no los convierte en reemplazos emocionales ni en soportes automáticos para otros. En cambio, debería celebrarse su capacidad para enfrentar la vida de manera independiente, al tiempo que se promueve un equilibrio en las relaciones familiares y sociales.
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