EL AMOR COBARDE

El juego del amor y la cobardía emocional,  cuando los sentimientos se convierten en una partida desigual

El amor, en su forma más pura, es un acto de valentía. Es abrirse completamente, asumir riesgos y, sobre todo, ser sincero tanto con los propios sentimientos como con los de la otra persona. Sin embargo, muchas veces nos encontramos atrapados en relaciones donde el amor deja de ser un camino compartido y se convierte en un juego de manipulaciones, silencios y ausencias. En este contexto, la cobardía emocional toma el protagonismo, dejando heridas profundas en aquellos que amaron de verdad.

El ciclo de las idas y venidas

Una de las experiencias más frustrantes y dolorosas en el amor es encontrarse con personas que entran y salen de nuestras vidas sin explicación ni compromiso. Estas relaciones intermitentes, donde alguien aparece y desaparece a conveniencia, pueden crear un ciclo de esperanza y decepción que desgasta emocionalmente. Cada regreso trae consigo una chispa de ilusión, un "quizás esta vez sea diferente". Pero, con el tiempo, esa chispa se convierte en una llama que quema, porque esas idas y venidas son un reflejo de la incapacidad de esa persona para comprometerse plenamente.

Estas personas suelen adoptar un patrón de comportamiento, vuelven en los momentos más inesperados, con gestos aparentemente inocentes —una llamada, un mensaje, una felicitación—, como si nada hubiera pasado. Sin embargo, estas acciones no son más que una forma de probar las aguas, de asegurarse de que aún tienen un lugar en tu vida sin tener que asumir la responsabilidad de cuidarlo. Es un juego de tirar la piedra y esconder la mano, donde el peso del daño recae siempre en el mismo lado, en quien ama de verdad.

La cobardía emocional es un fenómeno que afecta tanto a hombres como a mujeres, pero parece especialmente común en ciertos patrones masculinos en las relaciones. Es la incapacidad de enfrentar los propios sentimientos y de ser honesto sobre lo que se quiere o no se quiere. En lugar de hablar con claridad, estos individuos prefieren eludir el conflicto, dejar puertas entreabiertas y moverse en un limbo emocional que solo beneficia a su comodidad.

Es importante señalar que no todas las personas actúan con malicia; muchos no saben manejar sus emociones o tienen miedo al rechazo, al compromiso o a la vulnerabilidad. Pero esa falta de madurez emocional no justifica el daño que causan. Porque el amor no es un acto de cobardía, sino de valentía. Amar de verdad significa estar dispuesto a ir con todo, a tomar decisiones claras y a respetar los sentimientos de la otra persona, incluso si eso implica decir adiós con honestidad.

El daño invisible

El problema con estas dinámicas es que dejan heridas invisibles pero profundas. Cada llamada inesperada, cada regreso sin explicación, cada promesa implícita que nunca se cumple, deja una marca en el corazón. Quien juega con los sentimientos de otro rara vez entiende el impacto de sus acciones. Pero para quien ama, estas idas y venidas no son solo gestos insignificantes; son recordatorios de un amor que se dio por completo y no fue valorado.

El daño no solo se siente en la relación misma, sino también en la capacidad de la persona herida para confiar y amar nuevamente. Estas experiencias pueden generar inseguridades, dudas y un agotamiento emocional que cuesta superar.

En un mundo donde las relaciones parecen volverse cada vez más efímeras, donde los compromisos se diluyen y las emociones se manejan como transacciones, es fundamental recordar que el amor verdadero requiere valentía. Amar significa tomar decisiones claras, asumir riesgos y, sobre todo, respetar a la otra persona lo suficiente como para no jugar con sus sentimientos.

Si amas a alguien, no lo hagas a medias. No uses pretextos para mantener un hilo de conexión mientras evitas el compromiso. No se trata de esperar a que la otra persona "te llame primero" o de mantener una puerta abierta por si decides regresar. Amar es un acto de decisión. Y si no estás dispuesto a dar ese paso, lo más valiente que puedes hacer es apartarte con honestidad y permitir que esa persona encuentre a alguien que sí esté dispuesto.

Romper el ciclo

Para quienes han estado atrapados en estas relaciones intermitentes, el paso más difícil pero necesario es romper el ciclo. Esto implica reconocer que mereces más que migajas emocionales, que tu valor no depende de la atención esporádica de alguien que no sabe qué quiere. Se trata de establecer límites claros y, sobre todo, de priorizar tu bienestar emocional.

No es fácil cerrar una puerta que mantuviste abierta durante tanto tiempo. Pero, a veces, es necesario hacerlo para dejar entrar algo mejor. Porque el amor verdadero no juega, no desaparece sin explicaciones, no vuelve cuando le conviene. El amor verdadero permanece, respeta y valora.
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