BRILLAR DESDE LA ROCA
"Brillar desde la Roca: El eco de las almas fuertes"
Hay quienes creen que pueden herir y marcharse intactos. Que las palabras lanzadas como dardos, las miradas llenas de juicio, o las actitudes injustas y frías no dejan huella. Pero la justicia divina no necesita de escándalos ni revanchas.
Todo lo ve Dios. Cada lágrima que cayó en silencio, cada noche en la que el alma se quebró en lo secreto, fue registrada en el cielo. Y ahora, mientras ellos prueban el sabor de la amargura, yo entiendo que no es venganza… es la mano de Dios equilibrando lo que fue torcido.
Porque no todo el mundo soporta la luz. Hay quienes, en lugar de dejarse inspirar, se sienten incómodos. La luz confronta, revela, y sobre todo, ilumina aquello que muchos quieren mantener oculto. Y entonces, buscan robar lo que no les pertenece: energía, alegría, esencia. Se alimentan del brillo de otros porque no han aprendido a generar el propio. Ladrones de luz, hambrientos de energía… pero incapaces de irradiarla.
Y sin embargo, Dios lo ha visto todo.
Porque yo, aún en medio del dolor, estaba conectada al flujo divino. Mientras ellos sembraban caos, yo sembraba fe, incluso entre lágrimas. Mientras levantaban mentiras, yo seguía construyendo mi casa, no sobre la arena del ego y el orgullo, sino sobre la roca firme del dolor transformado en fuerza. Y ahora entiendo: el sufrimiento, lejos de apagarme, me dio raíces. Porque el brillo auténtico no se compra, no se imita, no se roba. Se forja.
Cada rechazo que viví, cada injusticia, cada palabra que buscó hacerme más pequeña, fue la herramienta que Dios usó para tallar en mí un alma más grande. Porque mientras algunos atacaban, yo construía en silencio. Mientras unos gritaban desde su vacío, yo aprendía a sostenerme desde adentro. Y no hay nada más poderoso que un corazón que ha decidido mantenerse limpio, incluso cuando fue ensuciado por manos ajenas.
Ahora entiendo que aquellos que eligieron el camino fácil, el de la apariencia, el del brillo externo, el del tener por encima del ser, construyeron castillos en la arena. Bonitos, sí, pero frágiles. En cambio, quienes decidimos edificar sobre la roca del carácter, del proceso, del dolor transformado en propósito, somos los que permanecemos cuando llega la tormenta.
Y llega.
Porque toda vida es probada. Pero el que está con Dios, el que se sabe sostenido por algo mayor, permanece firme. La fuerza de Dios está detrás de mí. No porque sea perfecta, sino porque he sido moldeada en la lucha. Y en cada cicatriz que otros intentaron dejar, Dios ha puesto su marca.
Hoy, no hablo desde el rencor, sino desde la certeza. Desde la paz de quien ha entendido que no necesita venganza, porque la justicia divina es real. Que no necesita aplausos, porque la validación más profunda viene del cielo. Que no necesita ser vista, porque la luz verdadera nunca se oculta por mucho tiempo.
Y si alguna vez te sentiste igual, si te intentaron apagar, si se alimentaron de tu brillo sin darte nada a cambio… recuerda esto: tú eres luz. No porque nunca fuiste herido, sino porque decidiste brillar aún después de ser roto.
Y eso… eso es divino.
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