Aferrarme a la Luz: la Paz que nace de la Fe


He aprendido que la vida no siempre es fácil, ni mucho menos lineal. Hay etapas en las que el alma parece romperse en mil pedazos, y sin embargo, en medio de esa fractura, es donde más se revela la luz. Para mí, esa luz tiene nombre: Dios.

En estos meses  pasa por momentos de pruebas e incertidumbres y silencios. Pero dentro de todo eso, he encontrado algo que antes no sabía sostener: la calma. Porque he comprendido que estar con Dios no significa no tener pruebas, significa caminar de Su mano a través de ellas. Hemos venido a la Tierra para aprender, para trabajar el alma, para soltar lo que no nos pertenece y asumir la responsabilidad de nuestra propia vida.
Durante mucho tiempo viví pendiente del ruido, del drama, de las opiniones ajenas, de las expectativas familiares y sociales: “tienes que celebrar”, “tienes que hacer esto”, “tienes que cumplir”. Hoy ya no tengo esa necesidad. Mi hogar es mi santuario. Mi paz no se negocia. No necesito justificarme por querer vivir en silencio, por disfrutar de la soledad o por preferir una vida sencilla.
He dejado atrás lo que me resta, lo que roba energía, lo que no vibra en la verdad.

Dios es mi fortaleza. Y cuando camino, incluso en los días más oscuros, sé que la luz está ahí, aunque las nubes la tapen. Porque las nubes, como los problemas, siempre son pasajeras.
He aprendido a soltar el drama, a decir “no” sin culpa, a entender que cada persona tiene su propio trabajo interior que hacer. Ya no quiero cargar con la vida de los demás ni con las excusas de nadie. Todos tenemos la capacidad de elegir, de movernos, de hablar, de cambiar, de crecer.
Cada caída me ha enseñado algo. Cada levantada me ha hecho más fuerte. Y aunque cada vez cueste un poco más, también sé que cada vez estoy más cerca de esa luz que guía, sostiene y sana.

No sé qué vendrá, ni cómo reaccionará mi cuerpo o mi mente en los días que siguen. Pero sí sé una cosa: quiero seguir aferrándome a la luz de Dios, con la certeza de que, aun en medio de la tormenta, Él sigue adelante, abriendo camino, sosteniendo mi alma y llenándome de paz.
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