EL VALOR DE LO SENCILLO


En un mundo marcado por la prisa, los horarios y las responsabilidades, muchas veces olvidamos lo esencial. El ajetreo diario nos desconecta de los momentos más simples, de esos que no se compran ni se planifican, pero que, cuando llegan, nos envuelven en una paz difícil de describir.

Cuando llega un fin de semana, o un día de descanso, ocurre algo casi sagrado: el tiempo se expande: amanece, y no hay obligación de correr, el hogar, silencioso aún, se llena de una luz suave que entra por las ventanas, la calma nos permite notar cosas que durante la semana simplemente pasan desapercibidas: el canto de los pájaros, el calor del sol sobre la piel, el olor del café recién hecho.

Estar en casa, sin el apremio de las tareas urgentes, se convierte en un acto de presencia. Cada pequeño gesto —preparar una comida con cariño, acomodar un rincón del hogar, escuchar la respiración tranquila de una mascota dormida— se transforma en una celebración de lo cotidiano. En esos momentos, lo simple se vuelve extraordinario.

Hay una conexión profunda que puede sentirse cuando se vive así. Una sensación de estar en sintonía con algo más grande. Algunas personas lo llaman paz, otras lo llaman Dios, y otros simplemente lo reconocen como plenitud. Es como si lo esencial se revelara justo ahí, en la sencillez de lo doméstico, en la armonía de lo que no necesita adornos.

Quizá en esta época en la que tanto se busca fuera, deberíamos mirar más hacia dentro. Apreciar lo que ya está, lo que no necesita cambiar. Valorar el hogar no como un lugar de paso, sino como un espacio donde el alma descansa y se reencuentra.

Porque a veces, en lo más sencillo, está lo más sagrado.


Con cariño,
✨ Ladiosaquetehabita ✨
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