🎄Cómo abordar la mesa navideña desde la psicología de Carl Jung y la constelación de complejos.
Cómo entender tus reacciones en familia
La Navidad es uno de los momentos más sensibles del año. Nos reunimos alrededor de una mesa que no solo se llena de comida y decoración: también está cargada de historia emocional, recuerdos, expectativas y vínculos profundos.
Por eso, desde la psicología analítica de Carl Gustav Jung, este es un escenario perfecto para que ciertos complejos psicológicos se activen o se constelen.
Pero ¿qué significa exactamente que un complejo se “constele”?
¿Y qué tiene que ver con la forma en que nos sentimos —y reaccionamos— en una comida navideña?
Aquí te lo explico y te doy claves para vivir estas fechas con más consciencia y menos tensión.
¿Qué es un complejo y por qué se activa en Navidad?
Para Jung, un complejo es un conjunto de emociones, recuerdos y percepciones inconscientes que giran alrededor de un núcleo afectivo: la madre, el padre, la autoridad, la vergüenza, la inferioridad, la competencia… Todos tenemos complejos; son parte natural de nuestra psique humana.
Cuando un complejo se constela, es decir, se activa, empezamos a reaccionar desde un fragmento emocional del pasado, no desde nuestro yo adulto y consciente.
Y en Navidad, eso sucede con mucha facilidad.
¿Por qué?
Porque volvemos al escenario original donde muchos complejos se formaron, la familia.
Y es que en la mesa navideña conviven:
las figuras que nos educaron,las dinámicas que repetimos desde la infancia,las expectativas culturales (“debe ser un día perfecto”), los recuerdos compartidos, buenos y no tan buenos, y nuestras necesidades más profundas de pertenencia y reconocimiento.
Este cóctel hace que estímulos pequeños: un comentario, una comparación, un gesto, un silencio, puedan activar un complejo.
Ejemplos habituales, comenta en comentarios si te ves reflejado
🔹 “¿Y la pareja para cuándo?”
Se constelan complejos de valía, inseguridad o presión social.
🔹 “Tu hermano sí pudo terminar la carrera…”
Se activa el complejo de inferioridad o competencia fraterna.
🔹 La madre que supervisa cada cosa en la mesa
Constela el complejo materno, despertando obediencia, irritación o sensación de insuficiencia.
🔹 Un padre que opina fuerte sobre todo
Toca el complejo paterno, generando sumisión o rebeldía automática.
🔹 El rol que todos esperan de ti
“El que hace reír”, “la que sirve”, “el mediador”, “el explosivo”.
Cuando entras en ese papel sin querer, lo que se consteló fue un arquetipo familiar.
Ahora bien, ¿cómo sabemos que un complejo está actuando?. Hay señales claras:
reacción emocional desproporcionada,
pérdida de objetividad,
sensación de no puedo evitarlo,
palabras que salen solas,
irritación súbita, o una tristeza que no entendemos del todo.
Jung decía que un complejo es como una pequeña personalidad que toma el volante por un momento.
Aquí te dejo algunas claves prácticas desde la psicología junguiana:
1. Obsérvate como si fueras un espectador
Pregunta internamente:
¿Esta reacción es mía… o es un viejo patrón?. Esta distancia ya debilita el complejo.
2. No respondas de inmediato
Cuando un complejo toma el control, la impulsividad es su fuerza.
Respirar, beber agua o cambiar de postura corta el automatismo.
3. Prepárate antes de la reunión
Visualiza la escena y pregúntate:
¿Qué comentarios suelen afectarme?
¿Quién activa más mis emociones?
¿Qué rol me adjudican?
La anticipación consciente reduce la carga inconsciente.
4. Recuerda que cada familiar también trae sus propios complejos
No eres el único actuando desde sus heridas.
Esta comprensión genera empatía y baja la expectativa de perfección familiar.
5. Cuida tus límites
Ser amable no significa ser ilimitado.
Un límite claro y respetuoso mantiene el yo consciente en el centro.
La mesa navideña puede ser un campo minado emocional… o una oportunidad.
Una oportunidad para observar nuestros complejos, entender nuestras reacciones y empezar a actuar desde un yo más integrado, adulto y libre.
Cuando comprendemos que muchos conflictos navideños no se originan en el presente, sino en nuestra historia interna, dejamos de tomarlos tan personalmente y podemos relacionarnos desde un lugar más sano.
La Navidad, al final, puede convertirse en un espacio de reconexión, integración y madurez emocional.
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