LA ODA A LO NATURAL

 

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Hace 2000 años se nos mostró el camino, y el único camino era el AMOR.

El yo en busca de sí mismo, se encontró con su yo egóico y ahora se ama tanto así mismo que se olvido del tú y del nosotros.

Perdidos entre los yoes despiertos y los yoes dormidos, entre los yoes de la tercera dimensión y los de la quinta.

Ocupamos una tierra dividida donde amar se nos olvidó, entre máscaras, fachadas y postizos olvidados de nuestra esencia Crística en un templo llamado cuerpo que hemos desacralizado.

La Oda a lo Natural del Ser Humano

En el vasto cosmos de la existencia, donde la tecnología y la modernidad envuelven cada aspecto de nuestras vidas, surge la necesidad de volver a nuestras raíces, de rendir homenaje a lo natural del ser humano.

 En esta oda, se celebra la esencia pura e inalterada de nuestra naturaleza, aquella que nos conecta con la tierra, con el viento, con el agua y con el fuego, elementos primordiales que forjaron nuestra existencia.

Al contemplar un atardecer, sentimos una calma ancestral que nos recuerda que somos parte de algo más grande, algo que no se puede medir ni cuantificar.

 En cada amanecer, en el canto de los pájaros, en el susurro de las hojas al viento, hallamos la melodía primigenia que ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. 

Este retorno a lo esencial nos invita a redescubrir nuestra humanidad, a apreciar la simplicidad y la belleza en lo que es natural y auténtico.

El ser humano, en su esencia más pura, es un ser de instintos y emociones, de sueños y pasiones. Nuestra conexión con la naturaleza es profunda y fundamental. Sentir la hierba bajo los pies descalzos, oler la tierra mojada tras la lluvia, y dejar que el sol acaricie nuestra piel, son placeres sencillos que nos recuerdan nuestra humanidad. 

Estos momentos, aunque efímeros, nos brindan una conexión inquebrantable con el universo.En el bullicio de las ciudades, en la maraña de cables y pantallas, a menudo olvidamos nuestra esencia. 

Sin embargo, un paseo por el bosque, una noche bajo las estrellas, o el simple acto de contemplar el horizonte marino, son suficientes para despertar esa chispa de vida que yace dormida en nuestro interior.

 La naturaleza nos ofrece refugio, consuelo y sabiduría, recordándonos que, a pesar de los avances y logros, seguimos siendo hijos e hijas de la tierra.

Así, esta oda se erige como un llamado a la reverencia y al respeto por lo natural del ser humano. A encontrar equilibrio y armonía, a valorar lo simple y lo genuino. Nos recuerda que en nuestra naturaleza yace una fuente inagotable de fortaleza y serenidad, que debemos nutrir y preservar.

En cada latido de nuestro corazón, en cada respiro que tomamos, está la promesa de lo natural. Es un recordatorio constante de que, aunque el mundo avance a pasos agigantados, nuestra verdadera esencia reside en aquello que es inalterable y eterno. Celebremos, pues, lo natural del ser humano, como un faro de autenticidad en un mar de modernidad.

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