EL LOCO Y LOS JÓVENES HOY

El  joven loco,  está al borde de una azotea, mirando el horizonte con curiosidad y determinación. Lleva ropa rebelde y una mochila con herramientas creativas y tecnológicas, simbolizando su rechazo a lo tradicional y su búsqueda de nuevas posibilidades. Es una mezcla de lo antiguo y lo emergente, en un mundo incierto.

Rebeldía, Libertad e Incertidumbre
El Loco en el Tarot representa la aventura, la espontaneidad, la búsqueda de experiencias y el rechazo a las normas establecidas. Camina al borde del precipicio sin miedo, confiando en el destino, sin ataduras al pasado ni planes rígidos para el futuro. Este arquetipo encaja con la actitud de muchos jóvenes actuales, que han comenzado a cuestionar el valor de los caminos convencionales, como el sistema educativo universitario.

Rechazo de las estructuras tradicionales

Así como El Loco no sigue normas establecidas, muchos jóvenes rechazan la universidad como único camino hacia el éxito. Se han dado cuenta de que la educación formal no siempre garantiza estabilidad o riqueza, y exploran alternativas como emprendimientos, oficios, o la economía digital.

El Loco es un viajero sin destino fijo. De manera similar, muchos jóvenes prefieren aprender de manera autodidacta, viajar, o experimentar en el mundo laboral antes de comprometerse con un sistema que no siempre responde a sus necesidades.

Tanto El Loco como los jóvenes que eligen caminos alternativos asumen riesgos. Dejar la universidad puede ser una apuesta arriesgada, pero también una oportunidad para descubrir nuevas formas de éxito.
El Loco es fiel a sí mismo, y muchos jóvenes actuales buscan autenticidad en sus carreras y estilos de vida. Prefieren trabajos que les apasionen, aunque sean menos convencionales, en lugar de un título que no garantice felicidad ni estabilidad.
¿Es algo bueno o malo?
Depende de la perspectiva. El Loco puede caer o volar, y lo mismo pasa con los jóvenes que eligen caminos no tradicionales. Algunos encontrarán el éxito fuera del sistema universitario, mientras que otros pueden tropezar en un mundo laboral que aún valora la educación formal.

En cualquier caso, esta actitud refleja una transformación en la forma en que se concibe el futuro, el trabajo y el aprendizaje.
Esta generación está claramente en un punto de ruptura con las estructuras tradicionales. No es solo que no encajen en ellas, sino que muchas veces sienten que esas estructuras ya no les ofrecen lo que necesitan.

Las universidades, por ejemplo, fueron diseñadas en una época en la que tener un título era la clave del éxito. Hoy, con internet, el acceso al conocimiento es más abierto que nunca, y muchas profesiones no requieren pasar por la universidad para desarrollarse. Lo mismo pasa con el trabajo, antes se valoraba la estabilidad y la permanencia en una empresa, pero ahora la idea de pasar 40 años en el mismo sitio aterra a muchos jóvenes.

Lo que buscan es significado, propósito y flexibilidad. No les interesa solo "tener un trabajo", sino que ese trabajo tenga impacto, que les permita vivir con libertad y en sus propios términos. Y es ahí donde el sistema falla, porque sigue vendiendo un modelo que ya no responde a esas aspiraciones.

Lo más interesante es que, al igual que El Loco, esta generación avanza sin un mapa claro, pero con la certeza de que hay algo nuevo por descubrir. Y tal vez, en esa búsqueda, terminen creando un mundo completamente diferente.

Estamos  en un tiempo de agotamiento de lo viejo, pero sin que lo nuevo haya tomado forma todavía. Es un terreno incierto, porque aunque sabemos que lo establecido ya no funciona, no tenemos del todo claro qué lo va a reemplazar.

Y no es solo una sensación generacional. Gente de todas las edades está experimentando ese vacío, esa falta de sentido en lo que antes parecía sólido. La educación, el trabajo, las instituciones, incluso los valores que nos guiaban… todo está tambaleando.

Tal vez estemos en un punto donde ya no podemos "arreglar" el sistema, porque el problema no es que esté roto, sino que ha caducado. Como un traje que ya no nos queda, por más que intentemos ajustarlo. Y ahí viene la pregunta difícil: ¿qué hacemos ahora?

Porque la incertidumbre no es fácil de aceptar. Da miedo moverse sin saber a dónde se va. Pero quizá sea el único camino posible, dejar de sostener lo que ya no tiene sentido y abrir espacio para algo nuevo, aunque todavía no sepamos qué es.

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