LA MUJER DESCONECTADA DE SU ESENCIA


Históricamente, la mujer ha estado íntimamente conectada con los ciclos de la naturaleza, su cuerpo y la vida misma, especialmente a través de la capacidad de gestar y dar a luz. Sin embargo, con el avance de la modernidad, el ritmo acelerado de la vida y la creciente presión social y laboral, muchas mujeres se han visto alejadas de su esencia más profunda.

Hoy en día, la mujer enfrenta expectativas para ser madre, profesional, pareja, amiga y más, todo al mismo tiempo. Este multitasking perpetuo genera estrés que, según numerosos estudios, impacta negativamente en el embarazo, tanto a nivel físico como emocional.

El embarazo y el parto, que alguna vez se consideraron procesos naturales y sagrados, se han medicalizado en exceso. Esto puede desconectar a la mujer de su cuerpo y de la experiencia espiritual y transformadora del embarazo.

En muchas culturas, el embarazo solía estar rodeado de rituales, sabiduría ancestral y apoyo comunitario. Hoy en día, estos rituales se han diluido o perdido por completo, dejando a muchas mujeres solas en este proceso.

El estrés en la madre durante el embarazo tiene un impacto significativo en el desarrollo del feto. Cuando una mujer embarazada está estresada, su cuerpo produce cortisol y otras hormonas del estrés que pueden atravesar la placenta, afectando el desarrollo del sistema nervioso del bebé. Esto puede predisponer al niño a trastornos emocionales, problemas de aprendizaje e incluso enfermedades físicas en el futuro.

Debemos entender que  el útero no es solo un espacio físico, sino también un entorno emocional y energético. La ciencia ha demostrado que el bebé puede percibir emociones y vibraciones desde el vientre, lo que subraya la importancia de la calma y el bienestar de la madre.

Por si fuera poco ahora hay la posibilidad de elegir características como el color de los ojos o incluso la fecha de nacimiento del bebé los cuales están planteando dilemas éticos profundos.

Vivimos en una era en la que se prioriza el control y la perfección, incluso en aspectos tan naturales como la procreación. Esto lleva a una desconexión con el misterio y la aceptación de la vida tal como es.

Modificar genéticamente a un bebé para cumplir expectativas específicas podría abrir la puerta a desigualdades sociales, discriminación y un peligroso concepto de "perfección".

En términos espirituales y filosóficos, estas prácticas pueden percibirse como un acto de arrogancia, un intento de intervenir en un proceso que pertenece a la naturaleza o al plano divino.

También se puede programar la fecha del parta sin entender que aunque la cesárea es un avance médico invaluable que salva vidas, su uso excesivo y en ocasiones innecesario está alterando la experiencia del nacimiento y tiene consecuencias para el bebé.

Durante un parto vaginal, el bebé experimenta una serie de presiones y estímulos que tienen un impacto positivo en su desarrollo. Estas contracciones ayudan a expulsar el líquido de sus pulmones, estimulan su sistema nervioso y fortalecen su organismo.Este proceso también estimula la producción de ciertas hormonas, como la oxitocina, conocida como la “hormona del amor,” que favorece el vínculo inmediato entre madre e hijo.

Los bebés nacidos por cesárea no atraviesan este proceso y pueden ser más propensos a problemas respiratorios y a un sistema inmunológico debilitado debido a que no están expuestos a las bacterias beneficiosas presentes en el canal vaginal. Además, algunos estudios sugieren que el nacimiento por cesárea puede estar asociado con un mayor riesgo de alergias, asma y obesidad en el futuro.

El nacimiento es más que un evento físico, es un momento de profunda transición energética para el bebé.

El esfuerzo que realiza el bebé al pasar por el canal del parto activa su energía vital y lo prepara para enfrentarse al mundo exterior. Esta experiencia fortalece su resiliencia tanto física como emocional. Cuando el nacimiento se programa sin una razón médica válida, el bebé pierde la oportunidad de completar este proceso natural, lo que puede afectar su desarrollo de maneras sutiles pero significativas.

La maternidad, tal como la conocemos, está en una encrucijada. Mientras la ciencia y la tecnología ofrecen avances impresionantes, es fundamental no perder de vista la conexión espiritual, emocional y natural que define la experiencia de ser madre. Es vital que las mujeres reconecten con su cuerpo, su intuición y su naturaleza. Esto podría lograrse a través de prácticas como la meditación, el yoga prenatal, el contacto con la naturaleza y la búsqueda de apoyo comunitario.

Respetar la vida como un misterio,  aceptar la vida con sus imperfecciones y su imprevisibilidad es un acto de humildad y sabiduría. Respetar los procesos naturales del embarazo y el parto puede ayudarnos a reconectar con lo sagrado de la vida.
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