AMOR A LOS ANIMALES


La Biblia menciona en varios pasajes la importancia de cuidar a los animales, destacando nuestra responsabilidad hacia ellos como parte de la creación de Dios.

Dios creó a los animales y vio que eran buenos (Génesis 1:24-25). Esto muestra que tienen valor intrínseco y son parte del orden divino. Al ser creados por Dios, los humanos tienen el deber de respetarlos y cuidar de ellos como parte de la creación.

En Génesis 1:28, Dios otorga al ser humano dominio sobre los animales, pero este "dominio" no debe entenderse como explotación, sino como responsabilidad y cuidado. El ser humano actúa como un administrador de la creación, llamado a proteger y preservar lo que Dios ha hecho.

La Ley incluye mandamientos específicos sobre el trato a los animales, mostrando que Dios se preocupa por su bienestar,

Descanso para los animales,  en Éxodo 23:12, se ordena que los animales descansen en el día de reposo, al igual que los humanos: "Seis días harás tu obra, pero el séptimo día descansarás, para que reposen tu buey y tu asno..."
Ayuda a los animales en dificultades, en Deuteronomio 22:4, se instruye a ayudar a un animal caído, incluso si pertenece a un enemigo: "Si ves caído en el camino el asno de tu hermano, no te apartarás de él; ayúdale a levantarlo."
Compasión hacia los animales, 
en Proverbios 12:10 se destaca la bondad hacia los animales como una característica del justo,
"El justo cuida de la vida de su bestia, pero el corazón de los impíos es cruel."
Este versículo subraya que cuidar a los animales es un acto de justicia y rectitud.

En Génesis 9:9-10, después del diluvio, Dios hace un pacto no solo con Noé y su descendencia, sino también con "toda criatura viviente". Esto demuestra que los animales están incluidos en los planes y promesas de Dios.

Aunque los animales eran usados en sacrificios en el Antiguo Testamento, se les trataba con respeto, y su uso estaba regulado. Además, el sistema apuntaba a la obra redentora de Cristo, eliminando la necesidad de sacrificios animales.

La Biblia nos  enseña que los animales son una parte valiosa de la creación de Dios y que los humanos tenemos la responsabilidad de tratarlos con cuidado, respeto y compasión. Este llamado a la mayordomía nos recuerda que nuestro trato hacia ellos refleja nuestra relación con el Creador.

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