IDEALIZACIÓN


Idealizar a alguien es ponerlo en un pedestal que no le pertenece, construyendo una imagen distorsionada de perfección. Al hacerlo, inconscientemente le otorgas un poder que no debería tener; el de definir tu valor.

Esa admiración excesiva genera una dinámica desigual, donde tú te colocas en una posición de inferioridad, creyendo que no eres suficiente en comparación con esa imagen idealizada.

El problema es que, cuando idealizas, no ves a la persona por lo que realmente es, sino por lo que proyectas en ella. Esto puede llevar a desilusiones, ya que nadie puede sostener una imagen de perfección indefinidamente. Además, al minimizarte frente a esa persona, estás invalidando tus propios logros, habilidades y dignidad, cayendo en una espiral de inseguridad.

Por otro lado, idealizar también afecta a la otra persona. Puede sentir una presión innecesaria para mantener esa imagen irreal que has creado, lo cual genera distancia en lugar de cercanía. La relación deja de ser equilibrada y auténtica, convirtiéndose en un terreno frágil donde no hay espacio para el error ni para la vulnerabilidad.

La clave está en reconocer que todos somos humanos, con fortalezas y debilidades. Admirar a alguien es válido, pero debe hacerse desde un lugar de respeto mutuo, sin perder de vista tu propio valor. En lugar de idealizar, busca construir relaciones basadas en la igualdad y la autenticidad, donde ambos puedan crecer sin sentir que uno está por encima del otro.

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