NO ES QUE NO TENGAS TIEMPO, SIMPLEMENTE ELEGISTE VIVIR DISTRAÍDO
No es que no tengas tiempo. Es que elegiste vivir distraído.
Vivimos en una época donde la frase más repetida, casi como un mantra moderno, es, “no tengo tiempo.”
No tengo tiempo para meditar.
No tengo tiempo para leer.
No tengo tiempo para cuidarme.
No tengo tiempo para sanar, para cambiar, para estar presente.
Y sin embargo, pasamos horas frente a pantallas, atrapados en redes sociales, consumiendo contenido que no transforma, solo anestesia. Repetimos rutinas vacías. Nos movemos de un compromiso al otro, de una distracción a la siguiente. Vivimos ocupados… pero no conscientes.
Entonces, la verdad incómoda aparece:
No es que no tengas tiempo. Es que elegiste vivir distraído.
La distracción como anestesia moderna
La distracción se ha convertido en el nuevo refugio colectivo. Nos distraemos para no sentir. Nos llenamos de ruido externo para no oír el silencio interior. Hacemos cualquier cosa con tal de evitar mirar hacia dentro.
¿Por qué? Porque mirar hacia dentro duele.
Porque sanar exige coraje.
Porque el crecimiento implica renunciar a viejas excusas y asumir responsabilidad.
Es más fácil decir “no tengo tiempo” que admitir “no quiero enfrentarme a mí mismo”.
El tiempo no se encuentra, se elige. Todos tenemos 24 horas. Lo que cambia es cómo las usamos. Cada decisión es una elección de vida:
Cada vez que eliges el móvil en vez del libro, estás decidiendo qué mente quieres construir.
Cada vez que postergas el autocuidado, estás enviando un mensaje sobre cuánto vales para ti mismo.
Cada vez que pospones tu despertar, estás alimentando tu desconexión.
Decimos que no tenemos tiempo, pero sí tenemos tiempo para lo que de verdad valoramos.
La pregunta entonces no es: “¿Tengo tiempo?” Sino: “¿Qué estoy priorizando con mis minutos de vida?”
La distracción te roba tu alma a cuentagotas
Cada momento distraído, cada decisión inconsciente, no solo se lleva tu tiempo. Se lleva tu energía vital. Tu atención es tu moneda más valiosa. Donde pones tu atención, pones tu alma.
Por eso, vivir distraído es vivir desalmado.
Es vivir sin propósito, sin conexión, sin profundidad.
Y lo peor es que te acostumbras. A vivir así. A sobrevivir así.
Volver a lo esencial
Este artículo no busca culparte, sino invitarte a recordar.
Recordar que tú eliges.
Que el tiempo lo construyes tú con tus prioridades.
Que puedes apagar el ruido, mirar hacia dentro y empezar —aunque sea con cinco minutos al día— a reconectar con lo real.
No necesitas horas. Necesitas intención.
No necesitas tiempo. Necesitas presencia.
¿Y si hoy decides dejar de vivir distraído?
Haz una pausa. Respira.
Mira cómo usas tu día. Pregúntate:
¿Qué me está alejando de mí?
¿Qué estoy postergando por miedo?
¿Qué tanto de mi tiempo se lo regalo a lo que no me hace crecer?
No es que no tengas tiempo.
Es que has vivido anestesiado por distracciones que no alimentan.
Pero puedes elegir de nuevo.
Puedes despertar.
Puedes recuperar tu tiempo… y tu vida.
Comentarios
Publicar un comentario