CUANDO DIOS NOS INVITA A SOLTAR EL ROL DE SALVADORES


Hay momentos en los que sentimos el impulso profundo de “rescatar” a los demás. Queremos evitarles el sufrimiento, aliviar sus cargas, resolver sus problemas, incluso a costa de los nuestros. Es un impulso noble… pero también peligroso. Porque no somos Dios. Y Dios no nos está pidiendo que salvemos a nadie, sino que confiemos en que Él es el único Salvador.

¿Qué es el rol del salvador?

Es ese lugar, muchas veces inconsciente, desde donde asumimos la responsabilidad emocional, espiritual o incluso práctica de otras personas.
Es cuando nos sentimos imprescindibles para el bienestar de alguien más.
Es cuando creemos que sin nuestra ayuda, consejo o presencia, esa persona no saldrá adelante.

Este rol puede parecer generoso… pero está basado en el ego espiritual: la creencia de que nosotros podemos hacer lo que solo Dios puede hacer.
Además, desgasta, frustra y termina alejándonos del verdadero propósito.

¿Qué espera Dios de nosotros?

Dios nos llama a amar, a servir, a acompañar… pero no a salvar.
Jesús ya cumplió ese rol. Él es el Salvador. Nosotros somos testigos.

Miqueas 6:8 nos recuerda: “Lo que el Señor exige de ti: practicar la justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios.”
No dice: “salvar a los demás”. Dice: camina humildemente.

Gálatas 6:5: “Cada uno llevará su propia carga.”
Lo que significa que no podemos vivir ni sostener el proceso de transformación de otros.

Ezequiel 18:20: “El alma que peque, esa morirá. El hijo no llevará el pecado del padre...”
Cada uno es responsable delante de Dios. Nadie puede cargar la culpa o la salvación de otro.

El peligro del salvador espiritual

Cuando asumimos ese rol:

Nos frustramos cuando el otro no cambia.
Interferimos con los procesos que Dios quiere trabajar en esa persona.
Nos agotamos emocionalmente.
Nos colocamos en un lugar que no nos corresponde.

Además, sin quererlo, quitamos a Dios del centro.

Entonces, ¿qué sí podemos hacer?
Orar por el otro.
La oración es más poderosa que cualquier consejo no pedido.

Dar testimonio con nuestra vida.
Que nuestra transformación inspire, sin imponer.

Acompañar desde el amor, no desde la necesidad de controlar.

Soltar y confiar.
A veces amar es dejar ir. A veces soltar es la forma más profunda de entrega.

¿Y qué dice Jesús sobre esto?
Mateo 16:24: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.”Cada uno tiene su cruz, y cada uno debe decidir seguir a Cristo.

Juan 14:6: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí.”
No somos el camino. Jesús lo es.

El verdadero acto de amor es confiar en que Dios también habita en el proceso del otro.No estás llamado a salvar. Estás llamado a ser luz.
Y a veces, ser luz significa retirarte, orar, y dejar que Dios haga Su obra.
Porque si tú estás en el centro… ¿dónde está Dios?
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