PERSONA EXTRAORDINARIA

Una persona extraordinaria, en su esencia, es aquella que vive alineada con un propósito divino, entendiendo su vida como una expresión de la voluntad de Dios. En este sentido, lo extraordinario no se mide por los logros materiales, la fama o el reconocimiento social, sino por la fidelidad al propósito para el cual ha sido creada, guiada y fortalecida por su conexión con Dios.

Su propósito  no es algo que se inventa o se busca por cuenta propia. En el cristianismo, se entiende que cada individuo tiene un propósito único dado por Dios, el Creador. En Jeremías 29:11, se nos recuerda: "Porque yo sé los planes que tengo para vosotros, dice el Señor, planes de bien y no de mal, para daros un futuro y una esperanza." Esta promesa muestra que el propósito de cada vida está ya determinado por Dios, y vivir de manera extraordinaria implica descubrir y seguir ese propósito.

Cuando una persona se conecta con Dios a través de la oración, la reflexión y la lectura de la palabra, comienza a discernir mejor su llamado y el propósito que tiene en la vida.


Seguir el propósito de Dios no significa simplemente conocerlo, sino vivirlo activamente. La persona extraordinaria busca servir a los demás, aportar lo mejor de sí misma y contribuir al bien común. En Efesios 2:10, se dice: "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas." Cada acción que realiza está alineada con los principios del Reino de Dios, buscando reflejar Su amor y justicia en todo lo que hace.

En esta acción, la persona extraordinaria es un testimonio de lo que significa vivir según el propósito divino. No se limita a ser exitosa en el sentido convencional, sino que hace del servicio a los demás y la edificación del prójimo una prioridad. Las obras que realiza son frutos de la fe que ha puesto en Dios, y su vida se convierte en un instrumento de Su voluntad.


Una persona extraordinaria también se distingue por su humildad y obediencia a Dios. No se trata de auto-glorificación, sino de reconocer que cualquier habilidad, don o recurso proviene de Dios, y se utiliza para Su gloria. Jesús mismo ejemplificó esto en su vida: Mateo 20:28 dice: "El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos." La verdadera grandeza viene en la capacidad de servir con amor y humildad, reconociendo que el propósito más elevado es cumplir la voluntad de Dios y llevar a cabo Su plan de salvación en el mundo.

Además, el seguidor de Dios entiende que la obediencia a Su voluntad es un acto de confianza y fe. Al seguir a Dios en los detalles más pequeños de la vida, se va construyendo una vida de integridad y coherencia que, aunque pueda parecer sencilla, se convierte en una vida extraordinaria a los ojos de Dios.


Vivir conectados con ese propósito también trae consigo una transformación interna. Las personas extraordinarias, al alinearse con  Dios, no solo cambian externamente, sino que experimentan un profundo cambio interior. La paz, la alegría, la sabiduría y la paciencia son frutos que emergen del vivir de acuerdo con el propósito que Dios ha trazado.

En Romanos 12:2, Pablo nos aconseja: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta." La transformación del corazón y la mente permite que la persona viva de manera más plena y alineada con la bondad divina, lo que a su vez la lleva a ser una luz en el mundo, reflejando a Cristo a través de sus acciones, palabras y pensamientos.


Finalmente, una persona extraordinaria no es alguien exento de dificultades. Por el contrario, es alguien que, a pesar de los desafíos, persevera en su propósito, confiando en que Dios está con ella en todo momento. La vida cristiana está llena de momentos de prueba, pero es precisamente en esos momentos donde la conexión con Dios y el propósito divino se vuelven más evidentes.

En Filipenses 4:13, Pablo dice: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." La persona extraordinaria entiende que su fuerza no proviene de sí misma, sino de su relación con Dios. En medio de las pruebas, el propósito sigue siendo el motor que le impulsa a seguir adelante.

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