CUANDO EL SILENCIO NO SE RESPETA
Desconectar también es salud mental
Este es mi estado de WhatsApp desde el 25/07 al 28/07 que vuelvo a mi jornada laboral.
Cuando una persona tiene una adicción al alcohol o a las drogas, o incluso cuando atraviesa una crisis de salud mental, lo primero que se recomienda es un proceso de desintoxicación. Y ese proceso, en muchos casos, implica un ingreso. Un retiro. Un alejamiento del entorno habitual para sanar, para recomponerse. Durante esos días, semanas, a veces meses, no hay llamadas, no hay WhatsApps, no hay interacciones constantes. Y nadie lo cuestiona. Porque entendemos que esa persona necesita eso para sobrevivir, literalmente.
Pero, ¿qué pasa cuando no tienes una adicción visible, pero aun así estás agotada y necesitas coger fuerzas para seguir con tu vida? ¿Qué pasa cuando simplemente necesitas parar? Silencio, soledad, aire. Nada más.
Pues pasa que no se respeta.
Llevo un tiempo donde la acumulación de ruido, estímulos, demandas y conversaciones innecesarias me está saturando. Me cansa el móvil, me cansa el estar disponible, me cansa que se asuma que tengo que responder siempre. Y lo dije. Lo avisé. Puse una foto en mi estado de WhatsApp: "Desconexión. No molestar." No era una indirecta. Era una necesidad, expresada de forma directa, clara, sin adornos.
¿Y qué pasó? Lo de siempre: Mensajes. Notificaciones. Consultas que no son urgentes, interrupciones que no eran necesarias. Todo el mundo parece tener una excusa para cruzar el límite, como si su mensaje fuese una excepción. Como si el derecho a contactar fuera más importante que mi derecho a desconectar.
Y lo siento, pero no. No todo mensaje tiene que ser respondido. No todo contacto es bienvenido. A veces solo necesito estar sin que nadie me hable. Porque para mí, eso también es salud. Es higiene mental. Y si digo que no me molesten, no es un juego. Es un límite. Uno sano, uno necesario al menos para mí.
No tengo internet y para poder trabajar desde casa necesito tirar de los datos del teléfono lo que no me permite desconectar todas aquellas aplicaciones por las que se cuelan dichos mensajes.
Lo más preocupante es que este tipo de violaciones del silencio no se ven como lo que realmente son: una forma de control. Porque no respetar el deseo de alguien de desconectar es, en el fondo, querer tener acceso a esa persona por encima de sus necesidades. Es decir: yo te escribo porque quiero, y tú tienes que responder porque estás disponible para mí, no para ti. Eso, lo siento mucho, no es amor. Es ego.
El silencio debería ser sagrado. Pero en una sociedad hiperconectada, elegir el silencio se interpreta como una ofensa, como una traición, o como una enfermedad. Cuando, en realidad, es justo lo contrario: es un acto de autocuidado, de madurez emocional, de responsabilidad con una misma.
Así que sí, puede que un día no conteste. Puede que desaparezca un fin de semana, o el tiempo que necesite, puede que haya decidido hacer otros planes que no tengo porque contar y puede que lo que para otras personas es importante, no lo sea para mí en ese momento. Y eso también está bien.
Porque a veces, querer, también es saber dejar en paz. Ya no se trata si quiera que los demás te entiendan sino simplemente es una cuestión de respeto.
Con cariño,
✨ Ladiosaquetehabita ✨
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