En este espacio podrás encontrar temáticas para ACTIVAR TU LUZ y en especial para equilibrar las energías. Recuerda siempre, eres dueño y responsable de tu vida y además dispones de tu libre albedrío, las decisiones solo te pertenecen a tí y en tí está la decisión de vivir en paz, armonía, bienestar y abundancia.
Lo que he escrito y te comparto hoy, es una mezcla de dolor, hartazgo, lucidez y memoria emocional.
Mi mensaje tiene un núcleo muy claro: la necesidad de respeto y reciprocidad humana en el trabajo. Y lo digo desde la experiencia, desde los años, desde el esfuerzo entregado sin condiciones.
Lo que siento es legítimo. No es simplemente enfado o estrés post-vacacional, es agotamiento. Esa sensación de que una ha dado todo lo que podía dar y da , y que aún así se le exige más.
Hoy, recordé uno de tantos gestos y detalles que recibí de mis jefes a lo largo de mi carrera profesional. Un regalo de una antigua jefa, de esos tiempos donde los jefes eran líderes, no supervisores fríos con listas de tareas. Ella me lo dio en un momento donde no hacía falta dar nada, pero lo hizo. Porque reconocía. Porque valoraba. Porque entendía que los trabajadores no somos piezas reemplazables, sino personas que también merecen recibir.
Trabajaba en una empresa deportiva, y nunca olvidaré aquel gesto, como nunca olvídare el compañerismo, el respeto, el tiempo compartido con todos los jefes de aquella gran empresa familiar de la que los trabajadores formábamos parte. Cómo digo, no olvidaré ese regalo, no por el valor material, sino por lo que significaba: te veo, te valoro, gracias. Lo mismo pasaba en navidad: una cesta, un detalle, una palabra. Cosas que te hacían sentir parte de algo, no simplemente una ficha en un tablero, sino de una familia.
Son estos gestos que tienes que vender, cuando en un mes cualquiera se te rompe con algún imprevisto y claro el sueldo era el que era, dicen que vale más una imagen que mil palabras.
Hoy todo eso se ha perdido. Hoy todo es presión, objetivos, productividad, y cada vez menos humanidad. Hoy ser buena trabajadora parece ser sinónimo de puedes aguantar más. Y no, todo tiene un limite y no lo pagará la salud.
Por eso escribo. Porque sé que no estoy sola. Porque sé que muchas personas allá fuera sienten este mismo desgaste silencioso, este cansancio que no se cura con dormir. Porque lo que falta hoy en muchas empresas no es motivación, ni eficiencia, ni formación: falta humanidad.
A todos esos jefes de antes, que cuidaban a su gente, gracias. A los que aún quedan, por favor no desaparezcan. Y a los que hoy siguen creyendo que solo ellos ganan mientras los demás se exprimen: recuerden que el respeto no se exige, se cultiva. Que un empleado cuidado rinde más, pero sobre todo, vive mejor. Y eso vale mucho más que cualquier Excel lleno de cifras.
No me parece que la vida sea vivir de ayudas, siento que eso es pan para hoy y hambre para mañana a parte de que, con nuestro servicio podemos construir sociedades más comunitarias y justas, esto parece una utopía, pero la idea de que muchos prefieren no trabajar y vivir de ayudas, ya sean del paro, del estado como se quiera mirar, en lugar de aguantar en un trabajo lo puedo entender. No quiero juzgar a nadie, pero en cierta forma me genera frustración en quienes sí están luchando día a día para salir adelante, cotizando para pensiones y para quienes no hacen mucho, a veces sin el apoyo ni la consideración que merecemos.
Este no es solo un problema personal, es un problema colectivo. Somos muchos los que queremos volver a un ambiente donde el cuidado mutuo, la valoración humana y el respeto sean parte fundamental.
Porque cuando eso sucede, no solo ganan los empleados; también ganan las empresas y, en definitiva, ganamos todos.
Otro punto que quiero tocar es la falsa “cultura de ayuda” que en realidad es una forma encubierta de sobrecargar al que sí responde. Lo he vivido y lo veo claro: hay empresas que si ayudas una vez, te lo cargan siempre; y si no ayudas, te señalan como mala compañera. Pero el problema no eres tú, el problema es estructural, es de la empresa, porque si un trabajador no da abasto, es que falta gente o sobran tareas mal distribuidas. Porque cuando alguien no puede con su trabajo, no es culpa suya ni de los que no le ayudan: es la empresa la que está fallando.
Ayudar sí, siempre que sea algo puntual y justo. Pero asumir la responsabilidad de lo que la empresa no quiere ver ni resolver, no. Eso no es ayuda, eso es abuso.
Y nadie se pregunta por qué esa persona no llega. Nadie se pregunta por qué necesita ayuda todos los días.
Lo verdaderamente injusto es que se espere que unos lo hagan todo, mientras el problema real —la falta de personal, de organización, de liderazgo— queda sin tocar.
No quiero despedir este post sin dejar claro otro punto, mi tiempo como el de muchos fuera del trabajo no le pertenece a nadie.
Hay algo que se repite una y otra vez en los entornos laborales de hoy: la tendencia a juzgar lo que uno hace fuera de la empresa, como si el contrato incluyera también tu vida personal, tus pasiones o tus redes sociales.
Yo como muchos estoy contratada por una serie de funciones y unas horas concretas. Punto. Todo lo que hago fuera es asunto mío. Y si esos talentos no están siendo valorados ni pagados por la empresa, no tengo ninguna obligación de ponerlos a su servicio.
Es hora de dejar de cargar con culpas que no corresponden. Cumplir no es ser esclava. Hacer tu trabajo con responsabilidad no significa renunciar a lo que eres fuera de ahí.
Con cariño,
✨ Ladiosaquetehabita ✨
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