PRECARIEDAD LABORAL
Cuando el alma y el corazón se nos encoge
Hoy se me cogió el alma por todo lo que estamos normalizando, por todo lo que aceptamos cada día como si no doliera, como si no fuera contra nuestra dignidad.
La precariedad laboral ya no es solo una palabra que suena en tertulias políticas o informes de prensa. Es la vida diaria. Es ese cansancio que se acumula hasta hacer que el cuerpo diga basta. Es la sensación de que todo lo que haces no es suficiente, porque siempre hay más que hacer, más que rendir, más que producir. Y nadie, absolutamente nadie, se detiene a preguntarte cómo estás. Solo quieren que hagas, que hagas, que hagas.
Hoy pedí fruta a través de Glovo, como suelo hacerlo. Y como suelo hacer también, pienso en quienes están al otro lado, quienes la traen. Pienso que quizá estoy apoyando a una persona que estudia, o que necesita ese ingreso extra. Pero hoy fue diferente.
El repartidor era un señor de unos 60 años, con la carita arrugada por la vida, no por el frío. Llegó en su motito, educado, amable, con acento latinoamericano. Podría ser mi padre. Podría ser mi abuelo.
Y me pregunté: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
¿Cómo es posible que, después de todo lo que hemos vivido como humanidad —guerras, exilios, crisis— todavía haya personas mayores jugándose la vida en una moto para ganar unos euros? ¿Dónde está la compasión?
Este señor debería estar descansando, compartiendo con sus nietos, cultivando un huerto, leyendo el periódico tranquilo. No esquivando coches para poder entregar un pedido a tiempo y no ser penalizado por una app.
¿Y si fuera tu padre? ¿Y si fuera el mío?
La precariedad no solo se mide en sueldos bajos o contratos basura. Se mide en la angustia constante, en la inseguridad emocional, en la imposibilidad de enfermarse o de detenerse sin sentir culpa. Se mide en la cantidad de veces que una persona se traga las lágrimas para no parecer débil, para no perder el único ingreso que tiene.
Esto no es progreso.
Esto no es futuro.
Esto no es lo que vino a hacer el ser humano.
Estamos en una sociedad de esclavos.
Y no sé cuál va a ser la salida ,pero así no va.
Comentarios
Publicar un comentario