EL BORNOUT DEL ALMA

En este artículo quiero  tratar un agotamiento que va más allá del físico o el mental: es un cansancio existencial, espiritual, profundo, que afecta el sentido, la motivación, la conexión con uno mismo, con los demás y con lo trascendente.


A diferencia del burnout laboral (agotamiento relacionado con el exceso de trabajo y el estrés crónico) que no lo excluye del burnout del alma no siempre se ve desde fuera. Puede que sigas funcionando, cumpliendo, sonriendo incluso. Pero por dentro, algo está seco. Se ha ido apagando poco a poco una llama interna. No es tristeza puntual ni falta de energía solamente. Es una desconexión del sentido profundo de la vida, incluso si todo parece estar bien.

Puedes identificar estás señales si sientes una sensación de vacío, aunque estés ocupada o rodeada. Además te invade un cansancio crónico que no mejora con descanso: irritabilidad, hipersensibilidad, o sensación de no tener piel. Pierdes  el entusiasmo incluso por cosas que antes te llenaban. Aparece un dentimiento de estar dando todo y no recibir nada que te nutra. Hay una necesidad urgente de silencio, soledad o desconexión total, quizás esa densación de haber  perdido el rumbo o de estar atrapada en un personaje.

El alma se quema cuando damos más de lo que recibimos. Cuando funcionamos desde la autoexigencia, desde la obligación moral, desde el tengo que poder. Cuando los vínculos nos demandan, pero no nos sostienen. Cuando no hay lugar seguro para ser vulnerables. Cuando el cuerpo nos grita y el entorno nos exige que callemos.

Muchas veces, el burnout del alma le pasa a las personas que más sostienen a otros. A quienes son fuertes, disponibles, espirituales, comprometidas. Porque tienen vocación, pero también carga. Porque aman lo que hacen, pero nadie cuida a quienes cuidan. Y porque el alma también se agota si no se le da espacio para respirar.

EMPEZAR A SANAR IMPLICA

Darnos permiso para parar, no se puede sanar en la misma dinámica que quemó. El primer paso es dejar de negar el agotamiento. Parar no es rendirse: es sobrevivir. Parar es un acto sagrado cuando lo que está en juego es el alma.

El silencio, la pausa, el recogimiento no son huida. Son medicina. Muchas personas como yo encuentramos refugio en la oración, la naturaleza, la escritura o simplemente el no hacer. El alma necesita espacios sin expectativas.

Esto debemos tenerlo muy presente, no somos valiosos por lo que producimos o por lo que damos. Somos valiosos por existir. Recuperar esa verdad, aunque sea poco a poco, permite empezar a cuidar(se) sin culpa.

Para algunas personas es Dios. Para otras, la belleza, la música, el arte, el amor sin condiciones. Volver a lo que te conecta con algo más grande —no importa el nombre— puede reavivar lo que parecía perdido.

El alma no se sana en ambientes que piden que estés bien. Se sana en lugares donde puedes estar mal sin tener que justificarte. Donde el cansancio no se interpreta como fracaso.

El burnout del alma no se cura con un fin de semana libre. Ni con una charla motivacional. Se cura con verdad, con espacio, con tiempo. Se cura cuando nos permitimos sentir lo que duele, soltar lo que pesa, y volver a lo que importa.

Y sobre todo, se cura cuando recordamos que no hay nada más humano que quebrarse. Porque a veces, cuando algo dentro se rompe, no es el fin: es el comienzo de volver a casa.

Con cariño,
✨ Ladiosaquetehabita  ✨

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