LA MUSCULATURA ESPIRITUAL, EL CUERPO QUE NO SE VE PERO LO SOSTIENE TODO
Vivimos tiempos en los que el cuerpo ha pasado de ser un templo a convertirse en una vitrina. Cuidarse está de moda, y eso no tiene nada de malo. Comer bien, hacer ejercicio, dormir suficiente: todo eso suma. Lo preocupante a mí entender es que, en muchos casos, la motivación no es la salud, sino la imagen. No se busca vitalidad, sino validación. Decimos que es por bienestar, pero en el fondo sabemos que lo que más nos importa es cómo nos ven, no cómo nos sentimos de verdad.
El culto al cuerpo ha desplazado la atención del alma. Y no es un problema nuevo, pero sí cada vez más evidente. Es más fácil hacer una rutina de abdominales que enfrentar el vacío existencial. Más cómodo subir una foto post-gimnasio que admitir que estamos emocionalmente frágiles. Es más visible el bíceps que el carácter. Más aplaudido un cuerpo tonificado que una mente en paz.
Pero, ¿dónde quedan la paciencia, la compasión, la gratitud, la templanza? ¿cuántas veces al día entrenamos la empatía? ¿cuándo fue la última vez que levantamos el peso del perdón? ¿cuándo sudamos por última vez por el esfuerzo de entender a otro, de callar el ego, de escuchar en lugar de imponer?
La musculatura espiritual no se ve, pero se siente. Sostiene nuestras relaciones, nuestras decisiones, nuestra forma de habitar el mundo. Un cuerpo fuerte sin alma trabajada es una estructura hueca. Puede impresionar, pero no sostiene. Se rompe ante la frustración, el rechazo, el duelo, la soledad. Porque ningún músculo físico nos salva de los golpes de la vida. Para eso se necesita otro tipo de fortaleza.
Desarrollar la musculatura espiritual no implica encerrarse en un templo o vivir aislado del mundo. No es negar el cuerpo, sino entender que somos más que carne y hueso. Es aceptar que lo que da sentido no siempre se muestra en una foto. Que el crecimiento interior también exige constancia, incomodidad, dolor… y que también da frutos: serenidad, sabiduría, equilibrio.
En un mundo de filtros y apariencias, cultivar la musculatura espiritual es un acto de resistencia. Es elegir lo invisible pero esencial. Es decidir que nuestra belleza no se mide en centímetros de cintura ni en rutinas de gimnasio, sino en la capacidad de amar, de sostener, de mirar a otro sin juicio.
Ojalá un día nos preocupemos tanto por la limpieza de nuestras intenciones como por la de nuestra piel. Ojalá valoremos la fuerza de carácter como hoy se valora la fuerza física. Ojalá entendamos que el alma también tiene que entrenarse.
Porque al final, cuando todo se cae, cuando el cuerpo envejece, cuando el ruido baja… lo que queda es eso que no se ve: lo que somos por dentro, lo que realmente sostiene.
Con cariño,
✨ Ladiosaquetehabita ✨
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