En este espacio podrás encontrar temáticas para ACTIVAR TU LUZ y en especial para equilibrar las energías. Recuerda siempre, eres dueño y responsable de tu vida y además dispones de tu libre albedrío, las decisiones solo te pertenecen a tí y en tí está la decisión de vivir en paz, armonía, bienestar y abundancia.
Cuando una persona empieza a respetar su propio proceso: de pronto descubre que los demás no siempre están dispuestos a hacer lo mismo.
Y duele. Porque una espera que, al decir necesito silencio, ese silencio sea entendido como un acto de cuidado, no como frialdad. Pero para mucha gente, el dolor ajeno les incomoda no porque no les importe, sino porque no saben qué hacer con él. Entonces lo invaden, lo minimizan, o lo desvían hacia ellos mismos.
Cuando el silencio es sanación, no rechazo
Cuando una persona atraviesa un proceso de agotamiento, duelo o desconexión profunda, una de las cosas más necesarias —y más difíciles de obtener— es el respeto por su espacio interior.
A veces sentimos que ya no podemos explicar más. Que hablar es agotador. Que no sabemos ni lo que nos pasa. Y entonces decimos: Por favor, respeta mi proceso. Pero esa frase, tan clara, tan honesta, tan digna… parece caer en saco roto.
Nos siguen escribiendo. Nos siguen preguntando. Y, peor aún, muchas veces lo hacen no para acompañarnos, sino para hablar de ellos mismos. Como si no pudieran aceptar que este momento no va sobre ellos. Como si necesitaran que volvamos a ocupar nuestro rol de cuidadoras, solucionadoras, disponibles.
Y ahí se enciende un fuego dentro: porque además del cansancio, aparece la frustración de tener que poner límites una y otra vez. Y el límite se endurece, se vuelve más seco, más tajante, más bruto, como algunas lo llaman. No porque queramos ser así, sino porque no nos están dejando otra opción.
¿Me preguntó por qué cuesta tanto que respeten nuestros procesos?
Por una parte creo que sea porque les confronta con su propia incomodidad: cuando tú te detienes, cuando dejas de rendir, de sonreír, de cuidar… el otro tiene que enfrentarse a un vacío. Y ese vacío a veces le resulta intolerable. Entonces actúa: te escribe, te llama, te pregunta, te invade. No por ti, sino para aliviarse a sí mismo.
Hay personas que no distinguen entre poner un límite y dejar de amar. Creen que si no respondes es que estás enfadada, que los estás apartando, que ya no te importan. Pero tu proceso no es una ofensa personal. Es un acto de cuidado interior.
No todos saben estar en presencia del dolor sin intentar arreglarlo. Quieren ayudarte, pero no desde el respeto, sino desde la urgencia. Y muchas veces, esa ayuda termina siendo una carga más.
A veces el acto más amoroso que podemos hacer por nosotras mismas es guardar silencio aunque nos llamen frías. Es responder con ausencia cuando nuestras palabras serían un grito reprimido. Es no justificar lo que no necesita explicación.
Muchas veces lo que vivimos no necesita ser comprendido por los demás para ser válido. No tenemos que explicar, narrar, defender ni maquillar nada. Estar en un proceso de sanación, de reconstrucción, de escucha interna, es sagrado.
El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.
(Salmo 91:1). Ese abrigo, esa sombra, no se comparten por WhatsApp. Se viven en la intimidad con Dios, en el silencio que sana, en la pausa que restaura. Y si alguien no puede comprender eso, que al menos lo respete.
Si hoy estás en un valle y lo único que necesitas es silencio, ten la certeza de que ese silencio es fértil. No estás huyendo. Estás regresando a ti. Y eso, aunque los demás no lo entiendan, es lo más valiente que puedes hacer.
Con cariño,
✨ Ladiosaquetehabita ✨
PUEDES APOYAR ESTE CONTENIDO HACIENDO UN DONATIVO EN
Comentarios
Publicar un comentario