No puedes satisfacer a los Ogros: cómo cuidar tu vida cuando el entorno te daña

Hace poco escuché un vídeo en Paramita, del Lama Rinche, que sigo  hace algún tiempo, titulado  NO PUEDES SATISFACER A LOS OGROS

En él hablaba de personas que no saben empatizar, que no perciben nuestras buenas intenciones y que, por más que lo intentemos, continúan dañándonos.

Para ilustrarlo, contó una historia muy sencilla, pero potente: trabajó en una ONG en Estados Unidos con mujeres que sufrían violencia de género, enseñándoles informática. Muchas de ellas tenían tanto miedo a equivocarse que ni siquiera se atrevían a tomar decisiones para mejorar su vida, porque creían que todo lo que ocurría era culpa de ellas. Paramita explicaba que este comportamiento tiene un nombre: indefensión aprendida. La idea de que, por más que hagas, las cosas no van a cambiar al otro.
El Lama señalaba que la maldad no es simplemente “ser malo”. Es la expresión de un tormento interior, distorsionado por la ira, el egoísmo o la ignorancia. Nos invita a distinguir entre errores humanos y patrones profundamente arraigados: unos se pueden corregir, otros no. Y frente a estos últimos, lo único que funciona es cuidar de nosotros mismos. Cámbiate tú. Ocúpate de tu vida, de tu trabajo interno, de tu paz. Arregla tu casa antes de querer arreglar la del vecino.

Esta enseñanza resonó conmigo como un golpe de claridad. Durante diez años he trabajado con un compañero ruin, una persona que, por mucho que uno lo intente, no cambia. Desde el principio intenté suavizar, pedir perdón aunque no fuera mi culpa, saludarlo aunque él no me saludara, ser comprensiva, amable. Pero su comportamiento no mejoró: me puso piedras en el camino, me hizo vejaciones, y aun cuando la empresa lo sabía, nada cambió.

Intenté entenderlo: sé que su infancia no fue fácil, que siempre vivió a la sombra de su hermano y que ha desarrollado patrones narcisistas. Y ahí está el punto: no es culpa nuestra que el otro no pueda o no quiera cambiar. Por más que intentemos dar amor, guía o apoyo, algunas personas no lo recibirán como tal. Y mientras tratamos de cambiar a otros, nos estamos desgastando y alimentando al monstruo que ellos representan.

Me di cuenta de que, muchas veces, seguimos alimentando a esas personas al intentar salvarlas, suavizarlas o ser siempre la “buena” en su narrativa. Mientras tanto, ellos siguen triunfando, reforzando su ego, y nosotros terminamos extenuados y sintiéndonos culpables por cuidar de nosotros mismos.

Hace años hice y repito  un ejercicio que me ayudó a comprender esto, Alimentando a tus demonios: una herramienta para la transformación personal

El ejercicio Alimenta a tus demonios no es una invención personal, sino una práctica contemplativa desarrollada por la Lama Tsultrim Allione, basada en la tradición tibetana del Chöd. Esta técnica busca transformar nuestros conflictos emocionales internos en aliados, en lugar de verlos como enemigos. La práctica se basa en cinco pasos fundamentales:

1. Encuentra el demonio en tu cuerpo: Identifica la emoción o conflicto que te afecta y localízalo en tu cuerpo. Observa su forma, color, textura y temperatura.

2. Personifica el demonio: Visualiza esa sensación como una entidad separada de ti, con características propias. Interactúa con ella para comprender sus necesidades.

3. Conviértete en el demonio: Cambia de perspectiva y experimenta el mundo desde el punto de vista de esa emoción o conflicto, entendiendo sus deseos y necesidades.

4. Alimenta al demonio y conoce al aliado: Ofrece a esa entidad interna lo que realmente necesita, representado como un néctar simbólico. Al hacerlo, puede surgir un aliado que representa una cualidad positiva que puedes integrar en ti.

5. Descansa en consciencia: Permite que la experiencia se asiente en tu ser, integrando las enseñanzas y transformaciones que has experimentado.


Esta práctica puede ser especialmente útil en momentos de crisis o cuando nos sentimos atrapados en patrones negativos. Al enfrentar y comprender nuestros "demonios", podemos liberarnos de su influencia y transformarlos en fuerzas positivas en nuestras vidas.


La experiencia me enseñó que no podemos cambiar al otro; lo único que podemos cambiar es cómo nos relacionamos con ellos. Amar desde lejos, no exponerse, invertir energía en ambientes sanos donde florezcan la inspiración, la tranquilidad y la creatividad. Porque cuando estamos en lugares dañinos, ni siquiera vemos las oportunidades que la vida nos ofrece. Mi cuerpo me frenó, crisis de pánico ansiedad, estrés, depresión, desde julio micuerponecesita dormir de 13 a 14 horas fue un llamado a detenerme y desde mi cama escribo e intento restablecer mi energía antes de seguir avanzando.

La enseñanza de Paramita no solo ilumina este proceso, sino que nos ofrece un ejemplo concreto: aquel trabajo en la ONG con mujeres maltratadas. Enseñándoles informática, él no estaba ahí para cambiar a los agresores ni para “salvarlas” directamente. Su misión era acompañarlas, ofrecerles herramientas y comprensión, y mostrarles que el cambio comienza en uno mismo. Las mujeres no podían controlar a sus parejas, pero podían empezar a recuperar su autonomía y confianza paso a paso.

De la misma forma, nuestra vida laboral o personal puede estar llena de personas que no quieren asumir responsabilidad. Frente a ellas, la estrategia no es confrontarlas ni esperar que cambien, sino cuidar nuestra integridad. Invertir energía en lo que sí depende de nosotros: nuestro bienestar, nuestro ejemplo, nuestra felicidad. Porque un cambio propio puede inspirar a otros, mientras que intentar cambiar al corrupto solo nos desgasta.

Hoy entiendo que mi tarea no es señalar, justificarme ni cargar con la responsabilidad de los demás. Mi tarea es vivir de manera íntegra, invertir mi energía en crecer, en sanar, en rodearme de personas que me inspiren, y dejar que la vida florezca donde exista fertilidad emocional. Y al hacerlo, creo que puedo mostrar a quienes dañan, sin confrontación, que existe otra manera de vivir: desde la paz, el respeto y la autenticidad.

Al final, los ogros no necesitan ser derrotados. Solo necesitamos aprender a no alimentarles, a proteger nuestra energía, y a vivir en un terreno fértil, donde podamos reconocer y aprovechar las oportunidades que nos merecemos.

Actualmente, me encuentro en situación de baja laboral debido al agotamiento emocional y físico. No puedo permitirme acudir a un psicólogo, pero he encontrado en las enseñanzas de Paramita y en prácticas como Alimentando a tus demonios herramientas valiosas para mi sanación. Estas enseñanzas parecen haber llegado a mí en el momento preciso, como una guía providencial para salir adelante.

Es importante reconocer que, aunque no siempre tengamos acceso a profesionales, existen recursos y prácticas que podemos incorporar en nuestra vida diaria para trabajar en nuestro bienestar emocional. La autoayuda, la meditación, la escritura terapéutica y otras técnicas pueden ser aliados poderosos en nuestro proceso de sanación.

Desde el 30 de julio han transcurrido 56 días, y ahora encuentro un poco de energía para comenzar con  ejercicios para alimentar la paz

1. Respira y observa
Cuando sientas irritación o malestar por alguien, detente y respira profundamente tres veces.

Simplemente observa la emoción como un fenómeno pasajero, sin etiquetarla ni intentar cambiar al otro.

Esto ayuda a que tu mente no se enrede en el conflicto y mantiene tu energía intacta.

2. Diario de emociones

Cada día escribe lo que te afectó, cómo te sentiste y cómo reaccionaste.

Luego reflexiona: “Esto no depende de mí, solo de mi respuesta”.

Esto te permite separar tus emociones del comportamiento del otro y cultivar consciencia de ti misma.

3. Visualización de límites internos

Imagina una burbuja protectora alrededor de ti. Dentro de la burbuja estás tú y tus emociones; afuera queda lo que no puedes controlar, como el comportamiento del otro.

Cuando alguien intente traspasar tu espacio, visualiza la burbuja manteniéndose firme y segura. No es agresión; es protección.

4. Alimenta tu paz

Cada vez que sientas rabia, frustración o culpa, dedica unos minutos a imaginarte dándote a ti misma calma, alegría y compasión.

Esto puede ser con una visualización (un rayo de luz que te envuelve), o con un gesto simbólico, como escribir en un papel “mi paz” y respirarla profundamente.


5. Meditación de la compasión a distancia

Puedes incluir al compañero o personas difíciles en tu meditación, pero desde la distancia: no para cambiarles, sino deseando que encuentren bienestar sin que tú pierdas el tuyo.

Esto transforma la energía negativa en algo neutral y evita que la acumulación de frustración te dañe.

Con cariño,
✨ Ladiosaquetehabita ✨

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